Se que pudiste enseñarme el valor de los abrazos muertos, el verdadero sabor de las hojas cuando caen en otoño. Aprendí tarde lo que siempre debí saber. Y me volví un extraño en tu vida.
Llegó demasiado tarde mi intento para rescatarme de aquella savia que, escurriéndose entre mis labios, llenó mis pulmones y me sofocó.
Me vi ahogado en ese manantial de sueños y bocetos de amor, e instintivamente nadé hacía, lo que supuse al principio era, arriba.
Y así llegue al fondo de este mar. Húmedo, solitario y con el sentimiento de vacío que se experimenta al verse transparente a través las burbujas.