Es, sin ser, la presencia absoluta que satisface mis
necesidades.
Quizás no lo nota, pero de todos modos fluye con el impulso de mi
quiero.
Se desvela pensando cosas radicalmente opuestas a mi saber,
y por eso la deseo.
Saboreo entonces la contradicción que se derrama por mis
dedos. Me sabe a distancia.
Cautiva, de una manera explícita, mi atención.
Se regodea ante mis ojos, que la buscan sin mostrar sus
intenciones. Pero cuando la encuentran, atenta, se escapan. Con los párpados
entre las patas.
A veces ni siquiera se da cuenta de su incidencia. Siendo
solamente cómplice accesorio de “lo que se debería conseguir en…”
De esta manera se presenta, blandiendo su perfección por
sobre los eslabones débiles.
Actúa un papel que fue escrito hace tiempo, pero encuentra
la manera de adecuarlo a los tiempos que corren. Y con leves retoques la interpretación
es perfecta.
El problema es que quizás no lo nota, pero de todos modos
fluye con el impulso de mi quiero.
Y sigue siendo, sin ser.