11/2/12

LUPUS

Todavía estaba agitado. No había sido fácil escapar de sus fauces. Refugiado ahora en este pequeño rincón esperaba que la luz del sol disipase un poco la niebla.

Podía oír sus pasos, cada una de sus patas se apoyaban en el suelo con fuerza y levantaban tierra.

Sabía que mi escondite no me daría ningún tipo de resguardo a su sentido del olfato.

Intentaba respirar tranquilamente para bajar la adrenalina. El sudor recorría mi frente y moría en el suelo.

La luna atravesaba las nubes aquella noche y bañaba los pasajes de tierra con un tinte macabro. De cada rincón oscuro llegaba un nuevo jadeo. La noche se iba llenando de nuevas criaturas hambrientas.

Mi oído intentaba establecer un número, pero los ruidos de aquellos seres que buscaban despedazarme se fundían en el aire. Quizás eran miles, quizás menos.

Sus hocicos escupían odio, cada aullido cerraba mi garganta hasta dejarme sin aire. Su velocidad era temible, aún antes de que existiera la persecución ya no había salida.

Tal vez sabía que era imposible escapar. El miedo había comenzado a fluir en mis ojos. Quizás solo me quedaban instantes antes de ser devorado.

El silencio repentino no me resultó confortante, todos los gritos de aquellas bestias se habían callado al unísono.

Sentí el calor del aliento en mi espalda, después fueron solo colmillos y sangre.

1 comentario:

Matias dijo...

ja1 Buenos relatos doctor!! Hay qe tener cuidado con los lobos, pero mucho mas con las lobas!!!