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APNEA

- La puta madre – El Gordo Pesutti golpeo con su enorme mano la mesa tirando una botella, vacía por suerte. Estos ataques de ira no eran comunes en él, pero estaba sinceramente enojado. - No puede ser que siempre pase lo mismo.

- ¿Qué pasa Gordo? – Preguntó Ariana sin sacar los ojos del televisor. Estaba viendo la telenovela brasilera y era raro que algo logrará distraerla.

- ¿Qué pasa? – Preguntó retóricamente. - ¿Qué pasa? Que cada vez que me propongo hacer uno de estos crucigramas de mierda siempre me quedo corto con una palabra. – El Gordo recién ahora se daba cuenta que Ariana había dejado de lado su novela para ayudarlo con su problema.

- ¿Y? – Ahora Ariana lo miro a los ojos, intentando entender el porque del golpe – No es para tanto Gordo, fijate en las soluciones y ya está.

- Claro, total así es más fácil. – El Gordo nunca había tenido el don de la ironía de su lado, y esta vez no era la excepción. - Vos no entendés, quiero hacerlo sin necesidad de ver las putas soluciones. Esas están para lo que no saben un carajo.

- ¿Y que palabra te está faltando? – Dijo por cortesía mientras volvía a concentrarse en la intricada trama de “Amor de juventud”.

- Como si te importara. Además no creo que la sepas. Digamos que nunca se te dio por hacer estos juegos. – Dijo y remarcó esa última oración de una manera despectiva.

Ariana apagó el televisor y lo miró fijamente al gordo con un odio poco común en ella, este le devolvía aquella mirada desafiante. Si había algo que Ariana no soportaba en este mundo era que la subestimaran. La gente que la conocía bien evitaba cualquier tipo de situación o comentario que la hiciera sentir así.

- A ver pelotudo, probame. – Dijo mientras se ponía de pie y caminaba hacía la mesa del comedor. Cada paso resonaba sobre el parqué, remarcando aquel obvio sentimiento de ira que corría por sus venas.

- No jodas Ariana. No quise hacerte enojar. – el Gordo se había empequeñecido ante aquella reacción de su compañera de cuarto. Si bien le sacaba una cabeza y media, había escuchado historias del enojo de Ariana y prefería no tener que lidiar con ella. – Te ofrezco mis sinceras disculpas. Es que no creo que sepas la palabra, y no quiero amargarte, viste.

- Para no amargarme llegas tarde, ahora. – Se sentó a su lado intentando disimular su enojo - ¿me podes decir que palabra te falta, gordito? – Dijo esta última palabra con un tono de voz mas cercana al cariño que al odio, lo agarro del brazo y apoyó su cabeza sobre el enorme hombro del gordo.

El Gordo ya vivía hace dos años con Ariana y más de una vez se había hecho la cabeza con ella. Está de más decir que el siempre había estado enamorado de su pequeña compañera. Y digamos que tenía todas las razones del mundo.

Ariana tenía lo que se llamaba una belleza especial. Era más bien menuda, morocha, de ojos pequeños y claros, y una nariz apenas prominente que, más que arruinar su perfil, le daba un aire de elegancia. Debía medir alrededor de un metro sesenta, tenía pequeños pechos, pero hermosamente redondeados y un culo impresionante.

El Gordo intentaba acercarse a ella de cualquier manera y cuando ella hacía estas cosas “amistosas” de abrazos y besos se ilusionaba y volvía a creerse en carrera.

- Eh… - Bajó la vista sobre la revista de juegos y buscó la definición de aquella palabra, demorando aquel instante la mayor cantidad de tiempo posible – Aquí está. 4 Vertical : Suspensión de la respiración. Son cinco letras – Agregó después de contar en el diagrama.

Ariana se levantó, lo besó en la mejilla, le palpó la cabeza con una expresión de amor maternal y emprendió su marcha de regreso al sillón, si se apuraba podría ver si Elena le decía a Leo que en realidad el hijo que esperaba era de él.

Cuando estaba llegando al sofá cama escuchó de nuevo la voz del Gordo desde la mesa.

- Viste que no la ibas a saber. – Dijo disfrutando su pequeña victoria por dentro. Ahora estaba tranquilo, Ariana no lo hubiera dejado olvidarse de aquel momento si le decía la palabra que le faltaba. Todavía se le burlaba de aquella tarde en la que había confundido el azúcar con la sal y, en un acto de estúpido orgullo y esperanza de que nadie se percatase de aquel error, había tomado el peor café de su vida.

- ¿Y quién dijo que no la sé? – Ariana volteó su cabeza y clavo sus ojos celestes en los del Gordo, que otra vez se ponía nervioso.- Solo espero que la próxima vez no me hagas levantar por boludeces.

Ahora miraba hacía el televisor, dándole la espalda al gordo mientras sonreía de oreja a oreja. Sabía que no iba a pasar mucho tiempo para que el Gordo comience a acosarla, y de alguna manera estaba disfrutando ese breve momento de silencio sepulcral.

- Entonces – El Gordo, mientras se secaba la transpiración de la frente con su antebrazo, buscaba un tono de voz que no delate su indignación. – A ver, decime ¿Qué palabra es?

- Ah… ¿No la sabes? – Ariana lo miraba con displicencia e intentaba contener la risa.

- Creo que eso quedó bastante claro ya. – No recordaba haber sentido tanta bronca hacía alguien antes. Excepto, tal vez, hacia aquel compañerito de primer grado que le “regalo” aquel apodo por el cual todos lo conocían ahora. Ser “El Gordo Pesutti” hoy en día no era un problema, pero pasar toda la primaria siendo “El Gordo” había sido un calvario.

- Entonces fijate en las soluciones. – Dijo Ariana y retrucó después. – Que son para los que no saben un carajo.

El lápiz en la mano del Gordo comenzaba a crujir. Estaba recibiendo toda la presión de aquella manaza que se ceñía cada vez más fuerte. Su paciencia se iba acabando, como la vida útil del lápiz.

Entonces una idea se gestó en aquella cabeza a punto de ebullición, era solo una teoría, pero podía ser la respuesta. El Gordo se tranquilizó un poco ante esta posibilidad

- ¿Sabes que? – Atacó entonces. – Para mí que vos tampoco sabes y me estás boludeando. – Ahora sonreía el Gordo, mostraba sus dientes y soltaba una carcajada forzada. – Vos tampoco sabes un carajo. Ja… Si, yo soy un ignorante, pero al menos lo admito.

Una vez más Ariana apagó el televisor, esta vez tranquila. Su novela había terminado y tenía que bañarse para ir a laburar. Se levantó y comenzó a caminar en dirección hacía el baño.

Ya estaba cansada de este juego y sabía que si no lo hacía ahora el Gordo no la iba a dejar en paz.

- Es “Apnea” – Ariana saboreaba un caramelo invisible en su boca mientras caminaba por el pasillo – A; P; N; E; A – Deletreó luego con particular acentuación cada letra.

- ¿Apnea? – El Gordo contó los casilleros, y descubrió además que la “P” ya estaba colocada – No, no entra. – Le dijo al pasillo vacío desde el cual le habían dictado la respuesta - Viste que tampoco vos la sabías.

- Mira vos – dijo Ariana, ya desinteresada. – Me debo haber equivocado.

Y mientras Ariana cerraba la puerta del baño, el Gordo colocaba una “A”, una “N”, una “E” y otra “A”, para luego esconder la revista en un lugar alto, donde Ariana nunca fuera a encontrarla.

2 comentarios:

Matias dijo...

este relato esta genial!! le doy, si me lo permitis, 197 nachekens... y un culo impresionante jajaja

Vanni dijo...

suelo ser novelera, me conmovio indetificarme con un sujeto q ve pasar la vida "mientras" ve sus telenovelas...
yo te doy 5 panchitos en el cine!eso debe ser el equivalente a casi 400 nachekens...o 3 panchitos 197 nachekens, algo asi :)