Despintando tu suerte. Es cierto que los niños lloran frío, ahora que te fuiste. Mis manos no se encuentran más, aunque sin descanso se buscan en tu pelo. Es increíble lo que se puede llegar a ver cuando se está hundido en uno mismo.
Decolorando tu ansiedad, me veo de lejos y se lo patético que es mi comportamiento, me miro de cerca y entiendo que ser patético no es una de tantas opciones, es la única. Los días siguen llegando uno tras otro con una precisión absoluta, tan exacta que temo encontrarme en un lapso eterno. Una vuelta de las agujas me calma.
Estoy tan lejos que puedo ver como todo se completa, los círculos se cierran de manera consecutiva y perfecta, todo tiene sentido desde esta, absurda, distancia.
Estoy tan cerca que me descomponen los vapores que se mezclan en el aire, un perfume, la transpiración, el smog, la sangre, la ira, la impotencia, todos y cada uno de los aromas que desprenden los cuerpos que pasan a mi lado, sin nunca llegar a concientizarse, de manera completa, de mi presencia.
Un fantasma entre tantos, un espectro que ruega a fuerzas en las que no cree para poder ver la luz del día y la maldice cuando esta llega. Es inmaterial mi piel cuando recuerdo la suavidad de la tuya, es cabal tu presencia cuando la mía está llegando a su ocaso.
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