Tocar lo que no se puede en medio de la tormenta. Olvidarse de una receta que sabe a anhelo y profundidad.
Rozar la gélida aspereza de la distancia y esperar con la boca cerrada y los ojos abiertos. Descubrirse silbando a destiempo con los pájaros y negar las grietas.
Imaginar que la forma y la esencia llegan juntas y cuando quieren.
Gritar, de cara al olvido, sin decir absolutamente nada.
Perpetuar en silencio la espera, hasta que llegue el sueño.
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