22/9/11

PERSONAJES (la historia no continua)

Algunos de los que se quedaron ahí para siempre. Una historia que comencé a escribir y la dejé ahí, en pañales...
Ya hable de Fontanarrosa, y no quiero decir tributo porque no me alcanza ni para el de ida, asi que lo llamemos plagio intelectual, pero era la idea que originó la historia. Escribir "como Fontanarrosa"...


- Sin darme cuenta estaba en la puerta de su casa – Alberto se acomodó en la silla y llevó, una vez más, aquel cigarrillo a su boca. Después miró a los ojos a Rodrigo, que expectantes le devolvían la mirada. Demoró, entonces, en expeler el humo. Gesto que para él le daba un tinte dramático a la anécdota que se disponía a compartir.

Yo nunca había ido solo. Nunca había tenido ni la cara ni los huevos para caer a su casa sin nadie que me hiciera la segunda. – Prosiguió halando lentamente, pero con evidente apuro, para llegar al nudo de la historia. – Pero ya había tocado el timbre, viejo. Mira, hasta el día de hoy me acuerdo del número de departamento: “Noveno piso, departamento B”.

No se si en realidad tardaron mucho en contestar o si el cagazo que portaba alargó por demás mi espera, pero por un segundo me tranquilice ante la posibilidad de que no hubiera nadie.

Alberto hizo una breve pausa para tomar cerveza. Rodrigo, aprovechando esta interrupción prendió uno de sus cigarrillos, rellenó su vaso y cambió de posición repetidamente hasta encontrar una que lo complaciera.

- Pero de repente – Alberto solía retomar las historias en el momento menos esperado, y disfrutaba la reacción de su interlocutor. – la escuché, viejo. Y te juro, por mi viejo, que en paz descanse, que se me derritió todo. Pensé en hacerme el boludo y tomármelas, pero ella volvió a hablar. “¿Hay alguien ahí?” – Cuando Alberto recaía en las interminables idas y vueltas que había tenido con la Cuqui, cada vez que contaba lo que ella decía aflautaba su voz. Esto ayudaba mucho a la hora de seguir el diálogo, pero se tornaba un poco molesto después de cierto tiempo. – “Si, soy yo, Alberto” le respondí y antes de que le pueda decir nada más a que no sabés lo que dijo la muy turra. – Rodrigo negó con la cabeza ante la pausa que había hecho su amigo – Dijó: “Alberto, que bueno que hayas venido, te quería ver. Subí”

- ¿Y eso que tiene de malo? – Rodrigo preguntó con sincero desconcierto.

- No, no es que dijo el problema. Es como lo dijo. – Alberto apoyó firmemente su brazo sobre la mesa y se acercó a Rodrigo, casi como si fuera a contarle un secreto.

¿Viste cuando crees que una mina está enganchada con vos, que cada cosa que te dice en realidad es un palo. Que cada gesto, mirada o palabra que profiera hacia tu persona vos pensás que es una insinuación para algo más?

- Y, me pasó un par de veces.

- Bueno, yo nunca consideré la posibilidad de que con la Cuqui haya onda y de repente me decía cosas con ese tono dulce que nunca había usado conmigo.

- Y hermano, si nos ponemos minuciosos hasta Claudia Schiffer esta muerta con uno. ¿No? – Rodrigo había apelado a aquel sarcasmo que lo hiciera tan odiado en el pasado.

- Minuciosa tu hermana, si te pones pelotudo no te cuento más nada.

- Dale viejo, te estoy jodiendo. ¿Qué más pasó esa tarde?

- Bueno, sigo entonces. – Era imposible que Alberto no siguiera, ya estaba embalado y mas allá de cualquier rabieta quería contarle lo que había pasado a Rodrigo. - ¿Dónde me quedé? Ah… es verdad. Ella me dice que suba y toca el botón para que pueda entrar. En mi vida había tenido que empujar una puerta tan pesada. Y como si fuera poco estuve como cinco minutos parado dentro del ascensor, no me animaba a subir, viste. Sabía que si me las tomaba en ese momento iba a quedar como el nabo más grande de la historia, pero estaba cagado de miedo. Y mientras pensaba que hacer, el ascensor comienza a subir.

Le debo haber rezado a cuarenta dioses diferentes para que pare antes de llegar al noveno, pero ¿que puede haber pasado?

- Y, tantas cosas.

- Aflojale un poquito a las forreadas, ¿dale?

- Perdón. Por favor seguí.

Volvieron a tomar cerveza y después de mirar detenidamente a una morocha que acababa de entrar al bar volvieron a retomar la conversación.

- Ella había llamado el ascensor. Me dijo que se había preocupado porque todavía no había subido. Ahora falta que me digas que eso también es ponerse minucioso.

Rodrigo se limitó a contestar con el gesto conocido mundialmente como “mas o menos”

- ¿Si? Escucha lo que falta y después hablamos.

Bueno, entonces me cruzo con ella ahi. Me saluda, me abraza, cosa que nunca había hecho antes y me invita a pasar.

¿Y viste? Yo entré, que se yo. No esperaba tanta “amabilidad” – dijo esto con particular descreimiento - de su parte.

Me preguntó si quería tomar algo y le dije que

1 comentario:

Matias dijo...

y le dije que... la concha de tu madre!!! Te haces el piola ahora??? jajaja muy bueno nachekens, ahora estas obligado a terminarlo!!